Adiós Venezuela (final)

Zaragoza

Damos la bienvenida a un nuevo año, la temperatura en Enero se hace un poco más fuerte y Mariangel nos invita una tarde a refugiarnos del frio en su cálido hogar, ha preparado una estupenda comida y estamos celebrando su nuevo trabajo lejos de Mequinenza. Nos habla del instituto Goya y de como debe conducir durante casi dos horas, tres veces por semana para impartir sus clases. Nelson y yo nos miramos con esa complicidad que solo nosotros podíamos descifrar. He aquí nuestra oportunidad de conocer Zaragoza!!!
Llego el momento de acompañarle en lo que para ella significaba una rutina, pero para nosotros era claramente la oportunidad de comprobar por nuestros propios ojos esa peculiar ciudad que solo conocíamos a través de una pantalla. Lo primero que llamo mi atención fue el moderno tranvía, la paciencia de quienes esperaban abordarle en cada una de sus estaciones contrastaba notablemente con la prisa incesante del ruidoso subterráneo de Barcelona. Sabíamos que lo primero que debíamos conocer era la famosa Basílica del Pilar, recuerdo haber escuchado decir a mi abuela que era la más bonita de toda España y allí la teníamos, a solo unos escasos metros. Su imponente arquitectura se convirtió de inmediato en producto de nuestra total atención. Nos adentramos a seguir explorándola. Sorprendentemente mi bandera tricolor nos saludó, así como quien reconoce a un viejo amigo, fue imposible evitar sentir ese nudo en la garganta que oprimia mis lágrimas. Al dar la vuelta y encontrar la radiante imagen de la Virgen recuerdo haber apretado la mano de Nelson, agradeciéndole entre mis oraciones por permitirnos estar allí. Pedí principalmente por la salud y la protección de mis familia, por su bienestar; ya por ultimo le pedí con humildad que nos ayudase a encontrar el camino, que esta nueva tierra pudiese abrazarnos como a uno de los suyos, en aquel momento sentí una fuerza superior a mí, por un instante no era una forastera, pertenecía a ese lugar y mi intuición me aseguraba que no sería la última vez que la Pilarica y yo nos encontrásemos.
Como ya habíamos visto la plaza decidimos salir por la puerta de atrás, el tiempo era corto y debíamos retornar a Mequinenza. Una rueda gigante reconoció en mí a esa niña que siempre llevo dentro, las aguas del Ebro reflejaban su silueta y le acompañaban al ritmo de una continua danza. Le pedí a Nelson que me hiciera varias fotografías con esa rueda de fondo, no dejaba de disfrutar del paisaje que me ofrecía el rio, sus puentes y por supuesto la fotogénica Noria. Nuevamente reconocí esa mirada de complicidad de mi marido y al unísono declaramos. – Debemos vivir aquí!-

Necesitábamos establecernos en una ciudad que nos ofreciera nuevas posibilidades. Me dedique a buscar opciones de alojamiento. En varias oportunidades escuchamos decir que nadie alquilaría por menos de un año y que las inmobiliarias eran bastante exigentes. A pesar de ese impedimento, mi persistencia se impuso. La Pilarica aposto por nosotros y nos puso en el camino a un casero que nos facilitó un lugar para vivir a un módico precio que nos podíamos permitir costear, su único requisito fue que pagásemos seis meses por adelantado

Nuestro hogar era un sitio austero. Solo teníamos lo necesario; una cama, un armario, una neverita y la mesa para el ordenador, prescindía de todo lo demás, incluso hasta de ventanas. Nelson y yo bromeábamos y le llamábamos el Bunker, para muchos esto habría sido el comienzo de un sentimiento depresivo o el arrepentimiento por una decisión apresurada, para nosotros significaba estar más cerca de nuestro objetivo. Los largos paseos por el Ebro se convirtieron en nuestra única alternativa para tomar aire fresco sin gastar dinero, en vista de haber pagado nuestro Bunker por adelantado la cuenta bancaria fue desapareciendo mágicamente unos cuantos ceros, al menos durante ese tiempo no teníamos que preocuparnos por un techo, solo contábamos con el dinero suficiente para abastecernos en lo más esencial.

Con el paso de los meses fueron cruzándose en nuestro camino nuevas amistades, los Maños nos han hecho sentir como en casa y cariñosamente nos han apodado “Venezomaños”. A diario pienso en mi familia, especialmente en mis hermanos, son tan jóvenes y aún no han podido disfrutar a plenitud sus mejores años, su libertad también se ha visto castrada y su única esperanza es recurrir al igual que yo a un exilio voluntario.
Se han vendido algunas pertenencias en Venezuela y nos hemos mudado a un pequeño piso de un curioso barrio cuyo nombre hace alusión a un conocido género musical aragonés. Ahora el clima no representa sorpresa alguna ya que podemos sentirlo a través de la ventana. Creo que hemos ido avanzando.
Nos agrada involucrarnos en la cultura de esta mágica ciudad, especialmente nos hemos fascinado con la ofrenda floral de un pueblo que manifiesta su amor y respeto hacia su Santa Patrona. He recobrado mi independencia dejando de mirar siempre sobre el hombro cuando camino por sus calles, fotografío casi a diario los rincones para compartir sus bondades entre familiares y amigos, a través de esas imágenes ellos también se han enamorado de “Mi Ziudad”. Sin duda alguna se ha convertido en ese pedacito de cielo que tanto necesitábamos. Es nuestro proyecto de vida que nos permite seguir siendo jóvenes.
He conseguido la oportunidad de ganar algo de dinero, mucho esfuerzo y poca paga – Debería ser este el lema del inmigrante – No reniego. Sé que el trabajo no deshonra y me gusta aprender de cada experiencia. Conservo intactos los conocimientos que me permitirán en un futuro apostar por el desarrollo de un País que me ha devuelto la vida.

Todo ha valido la pena, no dejo pasar un día sin agradecer a Dios por regalarme esta libertad, sentada en la ribera puedo apreciar la tranquilidad que me rodea, puedo sentir esa paz por dentro y me hace pensar que a pesar de los obstáculos todo saldrá bien, no estoy aquí por casualidad, he venido a aprender, he venido a ser libre, he venido a vivir.

12 comentarios en “Adiós Venezuela (final)

  1. A ver, Paty. Me has dejado tan impactada de saber a ciencia cierta que no soy la única inmigrante que se siente así. Mi caso es muy, muy distinto, pero los sentimientos son los mismos. Me gusta tu estilo al escribir, quizás porque lo siento cercano al mío en esos raros momentos en los que dejo salir todo a través de las letras. Quiero que sepas que en mí puedes tener un apoyo si lo necesitaras. Sé que esta aventura de escribir puede ser el comienzo de algo maravilloso.

    Un besazo desde Bilbao!

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    • Agradezco mucho que me hayas regalado un poco de tu tiempo con este comentario, me alegra saber que mi experiencia puede ser un grito de «No estás sola» y que puede llegar a tocar a quienes pasan por situaciones de este tipo, aun cuando cada caso es distinto se que muchos albergamos en nuestro corazón ese sentimiento por lo que hemos dejado. Ojala algún día podamos compartir esas vivencias que nos unen y sacar de allí una bonita historia. Un abrazo desde la ciudad del Cierzo!.

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  2. Patty que vorágine de sensaciones, lo que más me gusta es que la nostalgia queda eclipsada con la alegría del momento presente. Definitivamente la escritura es un hilo que conecta, acerca, una ventana de almas entre escritor-lector. Abrazos

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  3. Hola Patty 🙂 me encanta como escribes, sabes trasmitir muy bien, llegue aquí porque alguien compartió en su Facebook tu entrada sobre la emigración. La foto que ilustra esta entrada es preciosa. Yo nací en Caracas, llevo varios años en España y hace 2 que estoy en Zaragoza. Un saludo

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